domingo, 5 de octubre de 2008

Madre aterrada vende…

El cumpleaños de su hija Samantha se acercaba, y ella no tenía idea de qué regalarle ¿Qué cosas le gustaban a su hija? Se había transformado en una desconocida. Su hija le parecía preferir estar con sus amigos que “aguantando” a su madre sermoneándola sobre lo poco que disfrutaba su vida y diciéndole que debería tomar aire libre como en sus épocas de juventud. Raquel, la madre, suspiró.

-¡Bah! ¿Cómo podía pasarse la vida de fiesta en fiesta? ¿Cómo preferir los “jueguitos” en vez de mirar un interesante partido de tenis!- Pensaba Raquel mientras paseaba por una avenida del Centro, buscando en vano el regalo “perfecto” para su hija y mirando con poco interés las vidrieras.

Media hora… cuarenta y cinco minutos… una hora… ¡Dos horas en ese infierno de asfalto y ella sin encontrar nada que le interesara! ¿Es que a esta juventud sólo le interesaban las bandas de rock y la ropa escandalosa?

Se estaba dando por vencida cuando algo especial llamó su atención… algo tan perfecto que era imposible que no cautivara a cualquier ser humano que lo viera… simplemente sonrió.

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-¡¿Patines?!- gritó la joven muchacha sin poder creer que su madre aún seguía con la idea de que debía disfrutar la “primavera de su juventud”- ¿Cómo se te ocurre regalarme esto mamá? ¡No tengo cinco años! –Seguía reclamando indignada.

-¡Pero hija! Esto es simplemente para que salgas un poco de ese rincón oscuro en el que te encerrás ¡Ya hasta tiene telarañas!- intentaba hacerla razonar su madre.

-¡No te metas en mi vida! ¡No quiero estas cosas!– hizo pucheros, dignos de niños ricos mimados- ¡Compráme otra cosa!- Y como una princesa a la que le arruinan su cita con su príncipe azul, se fue a su cuarto y cerró la puerta dando un portazo.

-¡Dios! Cada día se parece más a su padre…- suspiró resignada la madre mientras miraba hechizada los patines- ¿Cuánto hace que no patino? ¿Diez años?–. Una sonrisa nostálgica se posó en su cara mientras sacaba los patines de la bolsa y salía al patio

Se deslizaba tranquilamente sobre las ruedas, tenía unas ganas enormes de gritar, se sentía tan libre que creía poder volar… literalmente. Raquel en un movimiento brusco y ensimismada en su mundo tropezó con el escalón que la llevaba al pasillo de su casa y cayó de bruces al suelo. Solamente sintió como su cabeza golpeaba contra algo duro, quedando en la inconciencia.

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¿Cuánto tiempo había pasado? Había llegado la noche… pero qué más daba, estaba tan cómoda, con las piedras pegadas en su piel, la suave brisa del viento, la leve sensación de una relajadora respiración cerca de ella…

-¡Samantha! ¿Qué hacés tan tranquila ahí? ¡Soy tu madre! ¡Deberías haberme ayudado!– gritaba a su hija mientras se sentaba en el piso de granito.

-¿Ayudarte? ¿Cuando podría haber estado en casa de mis amigos? No gracias… -decía la chica con una sonrisa mientras masticaba un chicle.

-¡Argh! ¿Sabés qué? ¡No importa! ¡Lo único que quiero en estos momentos son estas cosas lejos de mi vista! – se quejaba la mujer mientras desesperada se sacaba los patines y los tiraba con toda la rabia del mundo.

-Wow, wow ¿problemas en el paraíso de la juventud mamá?– se burlaba la hija.

-¡No molestes!- gritaba Raquel. ¿Admitir que la juventud había pasado? No podía, su orgullo se lo impedía…

-¡Ey! ¿Querés deshacerte de los patines? Yo te puedo ayudar– Le gritó Samantha que ya estaba perdiendo la paciencia

-Bueno… - suspiró resignada, tal vez algo de colaboración no le vendría mal…

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-¡Hija! ¡La cena ya va a estar!– Llamó Raquel desde la cocina, mientras escuchaba a Samantha reírse como una demente en su rincón. Nunca quiso saber lo que hacía ahí, sabía que ese sitio era “sagrado” para su hija- ¿Podés dejar de reírte y venir a comer de una buena vez?

-¡Esperá! ¡Esperá un momento!– gritaba la joven entre llantos y risas- ¡Esto es genial! ¡Ya vas a ver como se van a llevar estos cacharros en un santiamén!-

La mujer se encogió de hombros, había cosas que preferiría no averiguar. Y lo que pasaba en la mente de su hija definitivamente era una de ellas. Mientras tanto, en su rincón Samantha, con una sonrisa maliciosa, tecleaba con agilidad y rapidez un anuncio que saldría en todos los diarios de la provincia. Se paró y se fue a cenar, dejando la pantalla con un anuncio, que llevaba el nombre y la dirección de su madre, que decía:

“Madre aterrada vende Patines.”

Ivanna Verdejo de Rodt.

3ro 2da (T.T)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

era mejor la vercion que me mostraste vos agos antes de publicarlo! esta es mas corta i el titulo me gustaba ams el anterior pero bue... xD

Anónimo dijo...

Osea... que onda?
porque lo cortaron tanto?
estaba mejor el original!! este esta re trucho!! incluso en titulo parece de primer grado!!

HUELGA!! HUELGA!! (¿?)