domingo, 5 de octubre de 2008

Esperando el regreso

Era una tarde de Agosto, en Merlo, donde vivía la familia Aguirre, Luis, el hermano de Cecilia, hizo un comentario que rompió la tranquilidad de la hora de la siesta.

-Che ma, ¿vos no la ves rara a Cecilia?

-Mmm… No ¿Por qué lo decís?- respondió la madre

-Y… no sé, últimamente nunca tiene hambre, y cada vez que se mira al espejo se pone de mal humor, dice que se siente gorda, no sé, tengo miedo…

-¿Nene, qué decís? ¿No estarás insinuando que…?- preguntó la mamá con voz temblorosa

- Y no sé, quizá me equivoque…

- Dios quiera, Luishi, igual tengámosla vigilada, puede ser muy peligroso!

Así transcurrió la semana y las cosas no cambiaban. La familia crecía en preocupación. Finalmente la madre decidió preguntarle a la hija:

-Ceci, ¿vos estás bien?

-Si ma, ¿Por qué?- contestó la joven

-Y mirá hija, yo te lo voy a decir, sólo quiero que seas sincera: tu hermano y yo hemos notado que últimamente estás comiendo muy poco, tememos que estés...

-¿Enferma? ¿Temen que este enferma?- gritó Cecilia mientras empezaban a derramarse lágrimas por sus mejillas

-No Ceci, no me asustes, ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

-Pasa que me miro al espejo y me siento horrible, pasa que Hernán, seguro, me dejó por gorda, pasa que quiero sentirme bien conmigo misma y te juro que no puedo…

-¿Qué decís? ¡Te desconozco! Estás enferma hija, urgente tenés que consultar con un médico.

Fueron esas palabras justamente las que Cecilia no quería escuchar y las que la impulsaron a fugarse de su casa; la angustia, la culpa por lastimar a su familia, los vómitos provocados, la bulimia, la vergüenza fueron los detonantes.

Pasaban las semanas y la familia Aguirre no tenía noticias. La desesperación aumentaba: denuncias, pegatinas, llamadas a los noticieros, cadenas de email, y nada.

Luis desesperado comenzó a escribir con su propio puño carteles, que después fue pegando por todo Merlo:

¡VOLVÉ CECI, TE ESPERAMOS! QUEREMOS ACOMPAÑARTE.

Cecilia, que estaba en la casa de su mejor amiga, una tarde salió a hacer compras y se encontró “cara a cara” con esa letra que le resultaba familiar. Claro… era la letra de su hermano, de quien siempre había estado a su lado, por eso no dudó en regresar a su casa.

Pidió perdón a sus padres por los malos momentos y se comprometió a empezar un tratamiento, sabiendo desde ya que su familia la apoyaría en todo momento.

Hoy, pasaron dos años de todos estos sucesos y Cecilia está superando su enfermedad, con ayuda de psicólogos, nutricionistas, especialistas y lo más importante, con el apoyo incondicional de su familia.

Micaela Miño

3ro. 2da. (TT)

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