Era una tarde de Agosto, en Merlo, donde vivía la familia Aguirre, Luis, el hermano de Cecilia, hizo un comentario que rompió la tranquilidad de la hora de la siesta.
-Che ma, ¿vos no la ves rara a Cecilia?
-Mmm… No ¿Por qué lo decís?- respondió la madre
-Y… no sé, últimamente nunca tiene hambre, y cada vez que se mira al espejo se pone de mal humor, dice que se siente gorda, no sé, tengo miedo…
-¿Nene, qué decís? ¿No estarás insinuando que…?- preguntó la mamá con voz temblorosa
- Y no sé, quizá me equivoque…
- Dios quiera, Luishi, igual tengámosla vigilada, puede ser muy peligroso!
Así transcurrió la semana y las cosas no cambiaban. La familia crecía en preocupación. Finalmente la madre decidió preguntarle a la hija:
-Ceci, ¿vos estás bien?
-Si ma, ¿Por qué?- contestó la joven
-Y mirá hija, yo te lo voy a decir, sólo quiero que seas sincera: tu hermano y yo hemos notado que últimamente estás comiendo muy poco, tememos que estés...
-¿Enferma? ¿Temen que este enferma?- gritó Cecilia mientras empezaban a derramarse lágrimas por sus mejillas
-No Ceci, no me asustes, ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?
-Pasa que me miro al espejo y me siento horrible, pasa que Hernán, seguro, me dejó por gorda, pasa que quiero sentirme bien conmigo misma y te juro que no puedo…
-¿Qué decís? ¡Te desconozco! Estás enferma hija, urgente tenés que consultar con un médico.
Fueron esas palabras justamente las que Cecilia no quería escuchar y las que la impulsaron a fugarse de su casa; la angustia, la culpa por lastimar a su familia, los vómitos provocados, la bulimia, la vergüenza fueron los detonantes.
Pasaban las semanas y la familia Aguirre no tenía noticias. La desesperación aumentaba: denuncias, pegatinas, llamadas a los noticieros, cadenas de email, y nada.
Luis desesperado comenzó a escribir con su propio puño carteles, que después fue pegando por todo Merlo:
¡VOLVÉ CECI, TE ESPERAMOS! QUEREMOS ACOMPAÑARTE.
Cecilia, que estaba en la casa de su mejor amiga, una tarde salió a hacer compras y se encontró “cara a cara” con esa letra que le resultaba familiar. Claro… era la letra de su hermano, de quien siempre había estado a su lado, por eso no dudó en regresar a su casa.
Pidió perdón a sus padres por los malos momentos y se comprometió a empezar un tratamiento, sabiendo desde ya que su familia la apoyaría en todo momento.
Hoy, pasaron dos años de todos estos sucesos y Cecilia está superando su enfermedad, con ayuda de psicólogos, nutricionistas, especialistas y lo más importante, con el apoyo incondicional de su familia.
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