viernes, 26 de septiembre de 2008

Así trabajamos...

UNA SALIDA NOCTURNA

Los dos muchachos no querían ir pero los convencieron. Decidieron salir a las doce, en medio de la oscuridad, cuando todo el pueblo dormía. Ellas los esperaban en la esquina. Caminaron los cuatro entre bromas y risas, que no hacían más que ocultar el nerviosismo. Pronto llegaron a la casa. A los chicos les temblaban las piernas. Saltaron la cerca: ellas se escondieron entre los arbustos y ellos avanzaron, despacio. La puerta estaba abierta y se balanceaba haciendo un chirrido escalofriante; afuera las ramas de los árboles parecían moverse de aquí para allá de un modo muy raro. La casa estaba abandonada; sin embargo aún se podían ver antiguos cuadros tapados por el polvo y grandes luces con caireles de las cuales colgaban grandes telas de araña. Las ventanas, tapadas con tablones de madera, tenían cortinas que en algún tiempo habían sido marrones. El viento penetraba por la puerta abierta y parecían moverse los pesados muebles de robles mientras volaban algunos papeles.
Era todo muy extraño, se oían ruidos que provenían del fondo de la casa y los jóvenes (que de valientes no tenían nada) les pidieron a las chicas que los acompañaran. Avanzaron los cuatro en la oscuridad, cuando de repente la puerta se cerró y se encendieron las luces. Todos, familiares y amigos de Ariel, empezaron a cantar el “Feliz cumpleaños”. Se habían animado a hacerle una fiesta sorpresa en una casa abandonada.

Celeste Mendoza
2do. 2da. (TT)